Por ideal y llamativo que pueda sonar, es utópico e ingenuo pretender erradicar de lleno la pobreza en el mundo bajo las actuales condiciones de la existencia. En primer lugar, porque la condición caída del mundo actual no lo permite de manera absoluta, pues mientras Cristo no regrese a instaurar en pleno su reino de justicia, paz y alegría perfectas en la tierra en su esperada y anhelada segunda venida, este mundo padecerá en mayor o menor grado condiciones de injusticia e inequidad que ni la iglesia ni ninguna iniciativa o institución humana diferente a ella podrá resolver del todo, por mucho que lo intente. En segundo lugar, porque no todos los pobres son el producto de condiciones de opresión e injusticia sufrida por parte de los ricos y poderosos o una consecuencia del sistema, sino que en un buen número de casos su pobreza es el resultado de sus propias actitudes, decisiones, acciones, omisiones y falencias, como seres humanos caídos que también son, siendo así que un significativo número de pobres no son propiamente víctimas sino culpables. Y por último porque de no ser así, no tendríamos las necesarias oportunidades de practicar la generosidad que el cristianismo promueve y recomienda por parte de todos y, en especial, por parte de los creyentes en la iglesia para con los necesitados y menos favorecidos. Se explica, entonces que: “Gente pobre en esta tierra, siempre la habrá; por eso te ordeno que seas generoso con tus hermanos hebreos y con los pobres y necesitados de tu tierra” (Deuteronomio 15:11)
Pobreza y generosidad
24 diciembre, 2020
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“Si bien la pobreza es un flagelo social, la iglesia debe verlo como una permanente oportunidad para practicar la generosidad”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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