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Segmentos

No endurezcan sus corazones

"Lo más malo de endurecerse contra Dios no es la penosa disciplina divina que provoca, sino que el endurecimiento se vuelva permanente e irreversible”

El endurecimiento contra Dios es una constante a lo largo de la historia. Un endurecimiento que el evangelio deja en mayor evidencia con su generosa invitación universal dirigida a todos los hombres a reconciliarse con Dios en la persona de Cristo y someterse a Él en rendida obediencia para poder realizarnos plenamente en nuestras vidas, desarrollando de manera justa, alegre, satisfactoria y productiva todas nuestras potencialidades en la vida para Su gloria y contando con Su bendición y respaldo, hasta alcanzar la dicha eterna en Su reino establecido en la tierra. Una invitación que, lamentablemente, una mayoría de personas rechaza con su indiferencia u oposición abierta a ella, manifestando así un endurecimiento voluntario y culpable contra Dios que no tiene justificación y contra el cual se nos advierte solemnemente, con mayor razón cuando es Su propio pueblo el que lo manifiesta: “Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; somos un rebaño bajo su cuidado. Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan sus corazones, como en Meribá, como aquel día en Masá, en el desierto” (Salmo 95:7-8). Más allá de que este endurecimiento pueda dar lugar a la penosa disciplina correctiva de Dios sobre Su pueblo y al eventual castigo temporal sobre quienes no forman parte de él, el peligro mayor del endurecimiento es que pueda llegar a volverse crónico e irreversible, de modo que no haya disciplinas correctivas ni castigos temporales que puedan modificarlo, eliminando cualquier esperanza para la persona, como sucedió con el faraón

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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