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Nacimiento y esperanza

“Sin importar las circunstancias, el nacimiento de un niño alimenta la esperanza de que Dios no se ha rendido con la humanidad”

La naturaleza surte cada día los medios para sustentar la vida, como también para renovarla cuando es necesario mediante la reproducción de los seres vivos. Pero el hecho de que sea un proceso natural y habitual, no debe hacernos perder de vista los complejos, sorprendentes y maravillosos procesos físicos y químicos involucrados en la reproducción de un organismo vivo, que hacen que no sea desatinado referirse al nacimiento de cualquier ser vivo como nada menos que un milagro. Milagro que, en el caso del ser humano cobra mayor relevancia. En efecto, el nacimiento de un niño debería ser siempre una ocasión de gozosa expectativa, al constituir una reedición del milagro de la vida que no debería nunca dejar de deslumbrarnos. Y en este propósito tampoco deberían importar tanto las circunstancias en las que un niño venga al mundo, algunas verdaderamente difíciles. Porque aun así, podemos sobreponernos a las circunstancias para regocijarnos por el nacimiento de un niño, puesto que un nacimiento es sinónimo de esperanza. Cada niño que nace demuestra que Dios aún no se ha rendido con la humanidad. Y es que cada nacimiento humano constituye en el plano físico, químico y biológico la conjunción milagrosa de un conjunto de oportunas y gozosas circunstancias providenciales. La Biblia afirma que nacemos con un plan trazado de antemano para nuestra vida. Un plan diseñado para que no pasemos sin pena ni gloria por el mundo. Por eso: “Los hijos son una herencia del Señor, los frutos del vientre son una recompensa…” (Salmo 127:3-5)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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