Si hay algo que distingue a la sana y legítima fe que nos lleva a la obediencia y la sujeción a Dios de buena gana, de la censurable actitud mágica que busca manipular los poderes espirituales y poner a Dios a nuestro servicio, es la actitud de fondo que se halla detrás de la frase, aparentemente muy piadosa, que concluye exclamando: “¡Que se haga la voluntad de Dios!”. Porque todo auténtico creyente debe caracterizarse por la convicción y la tranquilidad de que, al final, más temprano que tarde, la voluntad de Dios se hará, pues como lo dijera Charles A. Beard: “Los molinos de Dios muelen lentamente, pero muelen extraordinariamente fino”, en el mismo espíritu de la conocida frase que dice: “Dios escribe derecho con renglones torcidos”. Pero no siempre la afirmación de que se haga la voluntad de Dios obedece a intenciones sanamente piadosas, pues si esta frase se pronuncia al término de nuestro frustrado intento por hacer nuestra voluntad y, por consiguiente, con una actitud de resignada impotencia, lo que denota es una actitud mágica en quien recurre a ella; por contraste con el creyente maduro que la pronuncia siempre con una actitud de rendida confianza y disposición a la obediencia. Así, al final todo se reduce, entonces, a saber si Dios lleva a cabo Su voluntad “a pesar y en contra de” o “a favor y a través de” nosotros mismos, marcando una diferencia notoria y diametralmente distinta cuando buscamos imitar a los cristianos del primer siglo al descansar de este modo en la voluntad de Dios: “Como no se dejaba convencer, desistimos exclamando: -¡Que se haga la voluntad del Señor!” (Hechos 21:14)
Los molinos de Dios
26 octubre, 2022
2 Lectura mínima
“Al final el bien gana. Por eso debemos pedir que se haga la voluntad de Dios con rendida confianza y no con resignada impotencia”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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