Las rivalidades entre hermanos siempre serán censurables y un motivo de tristeza y sufrimiento para los padres, pero al mismo tiempo, los padres pueden contribuir a ellas abonando el terreno para que surjan cuando manifiestan favoritismos evidentes hacia alguno de ellos en perjuicio de los demás. No podemos pasar por alto que Rebeca, la madre de Jacob, manifestó un claro favoritismo hacia su hijo menor, en perjuicio del mayor, Esaú, pues sea como fuere y aunque fueran mellizos, Esaú había sido el que nació primero. Por eso al promover y secundar las artimañas y engaños de Jacob para arrebatarle la primogenitura y la bendición a Esaú, alimentó las rivalidades entre ellos. Del mismo modo Jacob, conocido ya con su nuevo nombre: Israel, manifestó notorios favoritismos hacia su hijo José: “Israel amaba a José más que a sus otros hijos, porque lo había tenido en su vejez. Por eso mandó que le confeccionaran una túnica muy elegante. Viendo sus hermanos que su padre amaba más a José que a ellos, comenzaron a odiarlo y ni siquiera lo saludaban” (Génesis 37:3-4). Y si bien es cierto que las envidias y rencores de sus hermanos en contra de él no se pueden justificar de ningún modo, ni mucho menos su acción vil y condenable de venderlo como esclavo a los egipcios cuando tuvieron la oportunidad, sí son hasta cierto punto comprensibles por el trato claramente favorable que le daba su padre en comparación con el que dispensaba al resto de sus hijos. Por eso como padres debemos prestar atención a esto para no contribuir así a las rivalidades que luego lamentaremos
Los censurables favoritismos
“Los favoritismos manifiestos de los padres hacia sus hijos pueden agravar los conflictos latentes presentes en la familia y en la naturaleza humana”
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