La expresión “hijos de Dios” está reservada en el Antiguo Testamento a los ángeles, como lo leemos en el libro de Job: “Un día, cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, Satanás vino también entre ellos… Y sucedió que el día cuando los hijos de Dios vinieron a presentarse delante del Señor, vino también Satanás entre ellos para presentarse delante del Señor… ¿Dónde estabas tú cuando Yo echaba los cimientos de la tierra?… ¿Cuando cantaban juntas las estrellas del alba, y todos los hijos de Dios gritaban de gozo?” (Job 1:6; 2:1; 38:1, 7). Esto aclara la identidad de los “hijos de Dios” de Génesis 6, descritos así: “Cuando los seres humanos comenzaron a multiplicarse sobre la tierra y tuvieron hijas, los hijos de Dios vieron que las hijas de los seres humanos eran hermosas. Entonces tomaron como mujeres a todas las que desearon… Al unirse los hijos de Dios con las hijas de los seres humanos y tener hijos con ellas, nacieron gigantes, que fueron los famosos héroes de antaño. A partir de entonces hubo gigantes en la tierra” (Génesis 6:1-2, 4), que serían, pues, aquellos: “… ángeles que no mantuvieron su posición de autoridad, sino que abandonaron su propia morada…” y a los que Dios: “… tiene perpetuamente encarcelados en oscuridad para el juicio del gran Día… por haber practicado… inmoralidad sexual y vicios contra la naturaleza” (Judas 6-7) y a quienes la tradición judeocristiana atribuye, entonces, la perversión de la humanidad antediluviana a tal grado que justificó e hizo necesario por parte de Dios su ejecución mediante el juicio del diluvio universal
Los ángeles que no mantuvieron su posición
“En el Antiguo Testamento los hijos de Dios no son los creyentes en Dios, sino los ángeles, entre quienes son tristemente célebres los de Génesis 6”
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