Uno de los engaños a los podemos ceder de manera inadvertida es la creencia de que lo urgente es siempre importante. Por cuenta de este engaño muchos andan por la superficie de la vida al ritmo frenético que imponen los tiempos resolviendo urgencia tras urgencia, afanados y turbados por muchas cosas que no merecen tanta atención y sin detenerse a reflexionar y mirar más allá de la superficie para descubrir en el fondo las cosas verdaderamente importantes de la vida que son a las que deberíamos prestar la mayor atención. Es por eso que el dolor es revelador, porque es en medio del dolor que obtenemos la lucidez para identificar y separar la paja del grano y ser así conscientes de lo verdaderamente importante en la vida, depurando y corrigiendo de paso los criterios para determinar qué es también lo verdaderamente urgente, pues lo urgente siempre dependerá en último término de lo que consideramos importante, por lo que no siempre lo urgente es en realidad importante, pero lo que es importante si será siempre de un modo u otro, urgente. Con todo, debemos estar en condiciones de atender en el tiempo apropiado tanto lo uno como lo otro, en la convicción bíblica de que todo tiene su momento oportuno, atendiendo lo urgente sin descuidar lo importante cuando así se requiera o viceversa, como nos instruyó el Señor Jesucristo a hacerlo al reprender a los fariseos por no balancear adecuadamente el cuadro para atender tanto lo uno como lo otro, pues al final de cuentas“… Debían haber practicado esto sin descuidar aquello”(Mateo 23:23)
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