La libertad es una noción con frecuencia malentendida, dándole la razón a Madame Roland cuando dijo, momentos antes de ser ejecutada mediante la guillotina durante el régimen del terror en Francia: “¡Oh, libertad! ¡cuántos crímenes se cometen en tu nombre!”. Debemos, entonces, comenzar por establecer si somos tan libres como lo creemos y lo damos por sentado, poniendo el grito en el cielo cuando vemos amenazada nuestra presunta libertad. La confusión comienza cuando igualamos sin más el mal llamado “libre albedrío” con la libertad, pues sin lugar a duda todos los seres humanos poseemos albedrío, ─así a secas, para evitar confusiones─, pero no necesariamente libertad. Es por esto mismo que Agustín sostenía que, sin la gracia de Dios, el hombre tiene albedrío, pero no tiene libertad, porque puede elegir, pero elige siempre mal, pues aún sus mejores decisiones están viciadas por malas motivaciones y malas intenciones. Porque la verdadera libertad no es hacer lo que se nos antoja, sino permanecer voluntaria y obedientemente al servicio de la justicia y la verdad que nos libera, es decir, al servicio de Cristo, Quien dijo: “y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. -Nosotros somos descendientes de Abraham -le contestaron-, y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir que seremos liberados? -Ciertamente les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado- respondió Jesús-. Ahora bien, el esclavo no se queda para siempre en la familia; pero el hijo sí se queda en ella para siempre. Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres” (Juan 8:32-36)
Libre albedrío y verdadera libertad
2 agosto, 2022
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“La verdadera libertad es ser liberado del pecado para permanecer voluntaria y obedientemente al servicio de Dios y su justicia”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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