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Leyes, impunidad y delito

“Aumentar las leyes para combatir el delito logra el efecto contrario si la autoridad no tiene el poder para hacerlas cumplir”

Es conocida la historia del esposo a quien su esposa le fue infiel en el sofá de la sala de su casa, a lo cual el esposo traicionado respondió vendiendo el sofá para evitar que volviera a suceder. De manera similar, en nuestras actuales “sociedades de derecho” muchos consideran equivocada e ingenuamente que el establecimiento detallado de leyes punitivas que castiguen todos los delitos como cada uno de ellos lo merece, es la solución más adecuada a la proliferación de tales delitos, disuadiendo así a los potenciales infractores de la intención de cometerlos y reduciendo de este modo de forma significativa la frecuencia en su ocurrencia, junto con todos los perjuicios que esto trae para la sociedad en cuestión. Pero la verdad es que el meollo del asunto no es añadir más leyes punitivas, sino lograr aplicar a los infractores aquellas de las que ya se dispone. En otras palabras, el problema no está en la carencia de leyes que castiguen los delitos, sino en la incapacidad de las autoridades para hacer cumplir las que ya existen, dando lugar una impunidad que es el caldo de cultivo para que estas condenables conductas proliferen, estimulando a los infractores a cometerlas bajo la muy probable presunción de que lograrán burlar a las autoridades y eludir el castigo establecido. Ya lo dijo el predicador: “Cuando no se ejecuta rápidamente la sentencia de un delito, el corazón del pueblo se llena de razones para hacer lo malo” (Eclesiastés 8:11). No son, pues, las leyes por sí solas las que reducen el delito, sino la capacidad de las autoridades para hacerlas cumplir sentando los precedentes del caso.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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