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Letra o Espíritu

“Es cierto que la letra sin el espíritu está muerta pero también el espíritu sin la regulación de la letra puede acarrear muerte”

Letra o Espíritu, he ahí el dilema. Pero como otras tantas falsas disyuntivas, no tenemos que elegir entre una y otro, sino que debemos abrazarlos a ambos, en su justo lugar y proporción. Es cierto que Dios nos advierte que, por sí sola, “… la letra mata…” (2 Corintios 3:6), pero esto no significa que la letra sea en sí misma mala, sino tan sólo incompleta y, como tal, inútil para todo efecto práctico si carece de la vitalidad que el Espíritu le imprime. Pero en nombre del Espíritu no podemos desechar o menospreciar la letra, como lo hacen iglesias ubicadas en el ala pentecostal del protestantismo. Porque la letra regula y orienta dentro de márgenes saludables y seguros las manifestaciones espirituales para que éstas no se desborden y se salgan de curso de manera peligrosa y autodestructiva. No puede, pues, haber oposición entre la letra y las manifestaciones del Espíritu de Dios en la iglesia, puesto que el Espíritu es quien inspiró la totalidad de la letra contenida en la Biblia, por lo que no es posible que el Espíritu deseche la letra que Él mismo inspiró. Por el contrario, lo que debemos esperar de esto de manera coherente es que entre el Espíritu y la letra por Él inspirada haya un completo acuerdo y complementaridad, de tal manera que debamos brindar igual consideración a ambos para vivir una vida cristiana correcta e integral, sin peligrosos desbalances en ningún sentido, pues la letra es de cualquier modo tan importante que el profeta se refiere así a ella: “yo les digo: «¡Aténganse a la ley y al testimonio!» Para quienes no se atengan a esto, no habrá un amanecer” (Isaías 8:20)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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