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Las manchas del leopardo

“Modificar para bien el contexto social podrá disminuir el delito, pero no podrá evitarlo mientras existan pecadores irredentos”

Se dice hoy por hoy que el contexto social es el que condiciona la conducta de los delincuentes marginales, de tal modo que pareciera que no les quedara más opción que actuar de la manera en que lo hacen, al punto que, más que culpables, serían tan sólo víctimas de sus circunstancias. Pero en realidad, la maldad humana no se explica, -ni mucho menos justifica-, entendiendo los contextos sociales en los que tiene lugar. Por eso, modificar favorablemente los contextos sociales podrá disminuir los delitos, pero no eliminarlos de ningún modo, pues los transgresores, pecadores irredentos, encontrarán nuevos motivos que les sirvan de pretexto para tratar de justificar sus transgresiones. No debemos, por tanto, confundir contextos y causas. Las ciencias sociales podrán entender los contextos, pero la verdadera causa de la maldad humana será para la ciencia siempre un misterio profundo cuyo poder escapa a su comprensión. La Biblia penetra este misterio al revelarnos que la causa de la maldad humana no radica en los contextos, sino en una corrupción de nuestra naturaleza que remonta sus orígenes a la caída en pecado de nuestros primeros padres, que viene ejerciendo su poder desde los comienzos de la historia humana sobre todos los hombres y sus efectos no pueden revertirse por medio de instancias humanas naturales, como lo expresa el profeta: “¿Puede el etíope cambiar de piel, o el leopardo quitarse sus manchas? ¡Pues tampoco ustedes pueden hacer el bien, acostumbrados como están a hacer el mal!” (Jeremías 13:23), algo que sólo se logra a través del evangelio

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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