Si bien es cierto que Dina, la hija de Jacob fue ultrajada por Siquén y que éste ameritaba un castigo proporcional a su afrenta, las represalias tomadas por los hijos de Jacob en contra de él distan mucho de ser justas, pues, en primer lugar, no obedecían al deseo de hacer justicia sino a la sed de venganza. En segundo lugar, a que fueron llevadas a cabo bajo engaño y de manera fríamente calculada sin tomar en cuenta que Siquén lamentó luego lo que había hecho y estuvo dispuesto a repararlo de la mejor manera, manifestando su mejor disposición y voluntad a cumplir las condiciones de los agraviados en cuanto a circuncidar a todos los varones de la ciudad como los hijos de Jacob se lo requirieron con segundas intenciones. Y en tercer lugar, a que los resultados excedieron de lejos los del ultraje inicial, como podemos leerlo en el Génesis: “Al tercer día, cuando los varones todavía estaban muy adoloridos, dos de los hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, empuñaron cada uno su espada y fueron a la ciudad, donde los varones se encontraban desprevenidos, y los mataron a todos. También mataron a filo de espada a Jamor y a su hijo Siquén, sacaron a Dina de la casa de Siquén y se retiraron. Luego los otros hijos de Jacob llegaron y, pasando sobre los cadáveres, saquearon la ciudad en venganza por la deshonra que había sufrido su hermana” (Génesis 34:25-27). Circunstancia que justificó el enojo de Jacob cuando se enteró de lo sucedido y su severa reprensión contra sus hijos Simeón y Leví y sus duras palabras contra ellos a la hora de pronunciar su bendición sobre sus hijos
La sed de venganza
“La venganza nunca puede ser justificada, ni en los motivos revanchistas que la animan, ni en los resultados concretos alcanzados mediante ella”
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