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La sangre de Cristo

“Dios no pide ya sacrificios con derramamiento de sangre porque Cristo llevó a cabo el único necesario de forma definitiva”

La sangre es un componente vital de la mayor parte de los seres vivos de la escala zoológica, con el hombre a la cabeza. Es tanto así, que desde el punto de vista ritual y ceremonial, en la sangre se halla la vida, y así la ciencia actual pueda matizar esta afirmación en mayor o menor grado en favor de otros órganos o sistemas biológicos tan importantes para la vida como la sangre y el sistema circulatorio del que forma parte, en esencia esta afirmación está de acuerdo con los descubrimientos de la ciencia. Por eso los pactos más vinculantes en la antigüedad eran los llamados “pactos de sangre”, al punto que la expresión “cortar un pacto” era la manera habitual para referirse a la celebración de un pacto entre las partes. La vigencia de la prohibición de no consumir sangre ni animales que hubieran sido sacrificados sin extraerles debidamente la sangre en el Nuevo Testamento obedece a estas razones y los escrúpulos que, con base en ellas, el judaísmo siempre manifestó hacia la sangre en su ritual sacrificial, sintetizado de manera puntual en el Nuevo Testamento con la solemne declaración que dice: “… De hecho, la ley exige que casi todo sea purificado con sangre, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón… ” (Hebreos 9:22). La sangre de Cristo no es un pues, un fetiche, a manera de supersticioso amuleto protector al cual acudir en momentos de peligro, cual fórmula mágica, sino que evoca nuestra condición redimida por la que nos hallamos ya a cubierto y debidamente exonerados del justo juicio de Dios gracias a que la sangre, o más exactamente, la vida de Cristo, pago el precio de nuestra redención

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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