La Biblia condena los pecados de omisión, los cuales se suelen escudar y disimular mediante las generalizaciones y abstracciones por las que, en vez de tratar y llamar a las personas con nombre propio, preferimos referirnos con grandilocuencia a nociones abstractas como “la humanidad”, “la sociedad”, “el hombre”, etc. Esta es una de las razones que ponen bajo sospecha al humanismo ateo con su adornado y subido discurso a favor de la humanidad mientras niega al mismo tiempo a Dios, pues como lo denunció Nicolás Gómez Dávila: “Muchos aman al hombre solo para olvidar a Dios con la conciencia tranquila”. En el evangelio el “prójimo” es una persona concreta, pues el buen trato hacia los demás se demuestra cuando éstos son individuos próximos a nosotros que pueden, por su misma proximidad, fastidiarnos la vida de manera inmediata y significativa, a diferencia de lo que sucede con la abstracta y lejana “humanidad”. El pensamiento políticamente correcto predica la tolerancia, pero la tolerancia se queda corta para dar al prójimo el trato debido, ya que promueve la indiferencia expresada en esa distorsionada formulación de la regla de oro que afirma: no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti. Por eso la mera tolerancia hacia los otros ya implica rebajarlos mediante un hipócrita, humillante e insultante menosprecio velado. No debemos, entonces, olvidar la versión correcta de la regla de oro para ponerla en práctica: “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes. De hecho, esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12)
La regla de oro
27 enero, 2022
2 Lectura mínima
“La Biblia no fomenta la indiferencia de los que no le hacen mal a nadie sino la solidaridad de los que le hacen el bien a alguien”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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