Los movimientos pentecostales y carismáticos modernos en la iglesia, recuperaron un saludable espacio en la fe para el ejercicio de los dones milagrosos del Espíritu Santo, pero al mismo tiempo han incurrido en abusos tales como centrar la vida cristiana en este tipo de experiencias, haciendo de ellas el pan de todos los días, como si el poder de Dios estuviera al servicio de nuestras voluntades o, por lo menos, de las del carismático dirigente eclesiástico de turno, quien garantizaría entonces, en el nombre de Dios y como su autorizado vocero, la ocurrencia de milagros de sanidad siempre que así se requieran, sin tener en cuenta la soberanía de Dios por la cual Él hace finalmente lo que quiere sin tener que consultarnos ni darnos razones de por qué lo hace así. De hecho, si el ideal y el paradigma de estos movimientos modernos es la iglesia primitiva del primer siglo con los apóstoles mismos al frente de ella, valdría la pena, entonces, que tuvieran en cuenta el ejemplo provisto por ellos en el libro de los Hechos, dónde el carismático apóstol Pedro colocaba las cosas en su lugar al orar de este modo, en medio de las persecuciones que enfrentaba la iglesia: “Ahora, Señor, toma en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno. Por eso, extiende tu mano para sanar y hacer señales y prodigios mediante el nombre de tu santo siervo Jesús.»” (Hechos 4:29-30), dejando en manos de Dios el llevar a cabo las señales y prodigios que Él tuviera a bien de manera soberana, para confirmar de este modo lo que sí era responsabilidad directa de los apóstoles, como lo era proclamar la Palabra de Dios sin temor alguno.
La predicación y los milagros
21 septiembre, 2022
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“La responsabilidad del predicador no es prometer milagros sino proclamar la palabra de Dios y dejar los milagros en Sus manos”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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