En nombre de la “inclusión”, el santo grial del pensamiento políticamente correcto, hoy la opinión, más que la verdad, es lo que cuenta. Así, en el marco de ideologías tales como el escepticismo, el relativismo, el pluralismo, el multiculturalismo y el subjetivismo todo es, entonces, cuestión de opinión, de modo que todos tienen no sólo derecho a opinar, sino también a que se respete su opinión, llegando a considerar un irrespeto hacia ella el que alguien manifieste su desacuerdo con ella y proceda a refutarla con base en la verdad de los hechos, lo cual se juzga entonces como irrespetuosa intolerancia. Pero nos guste o no y en ejercicio de la lógica más elemental y sin perjuicio del derecho a opinar y del respeto hacia las opiniones ajenas, no todas las opiniones tienen validez cuando se evalúan de manera documentada a la luz de los hechos. Porque la autoridad de una opinión cualquiera procede, precisamente, de su mayor o menor correspondencia con los hechos de la experiencia humana. Esa es la razón por la cual, si existe alguna opinión que cuente y tenga universal validez, es la “opinión” de Dios, pues tiene tras de ella el respaldo de la verdad, al punto que a la “opinión” de Dios revelada en la Biblia y en Jesucristo se le aplica bien lo dicho por Hegel en el sentido que: “la verdad es aquello ante lo cual se desvanece la opinión”, pues ante la veracidad que Dios exhibe en todos sus pronunciamientos, toda opinión humana contraria se desvanece, como lo sostiene el evangelio en relación con Cristo: “porque les enseñaba como quien tenía autoridad, y no como los maestros de la ley” (Mateo 7:29)
La opinión que más pesa
1 febrero, 2022
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“Es importante saber que opina Dios, pues su 'opinión' es la verdad final ante la cual toda opinión humana pierde importancia”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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