El sutil pero muy ponzoñoso y destructivo pecado de la envidia comienza cuando somos dados a las siempre odiosas comparaciones por las cuales empezamos a medirnos a nosotros mismos, no con la norma personal que Dios ha establecido para todos y cada uno de nosotros en particular, sino con la de los demás. Y a pesar de su sutileza, la envida puede dar lugar a verdaderas tragedias, incubando encubiertas enemistades que echan a perder el potencial de las personas para trabajar juntos, de manera armónica y mancomunada en pos de un bien común, subordinando la búsqueda de gloria personal al logro de objetivos mayores, sin perjuicio del crédito que, en justicia, podamos tener en todo este cuadro. Un crédito que Dios siempre nos reconocerá, al margen de que los hombres no lo hagan como lo desearíamos, a veces como providencial medida para tratar con nuestro ego y no permitir que el éxito se nos suba a la cabeza. Algo que el rey Saúl hubiera hecho bien en tener en cuenta en su momento para no recelar sin motivo de David: “Ahora bien, cuando el ejército regresó, después de haber matado David al filisteo, de todos los pueblos de Israel salían mujeres a recibir al rey Saúl. Al son de liras y panderetas, cantaban y bailaban, y exclamaban con gran regocijo: «Saúl destruyó a un ejército, ¡pero David aniquiló a diez!» Disgustado por lo que decían, Saúl se enfureció y protestó: «A David le dan crédito por diez ejércitos, pero a mí por uno solo. ¡Lo único que falta es que le den el reino!» Y a partir de esa ocasión, Saúl empezó a mirar a David con recelo” (1 Samuel 18:6-9)
La corrosiva envidia
28 enero, 2021
2 Lectura mínima
“La corrosiva envidia se presenta cuando comenzamos a evaluar nuestros propios logros con la medida de los logros de los otros”
También te puede interesar
Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
Deja tu comentario