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La corrección paterna

“No corregir con firmeza a los hijos puede llegar a ser el más doloroso pecado de omisión que echa a perder a toda una familia”

La disciplina correctiva forma parte de los deberes que el amor verdadero le impone a un padre en relación con sus hijos e incluso de los derechos que un hijo ya malogrado como adulto por carencia de disciplina en su crianza, desearía poder exigirle a su padre si pudiera retroceder el tiempo para hacer las cosas de manera diferente. Y es que, como lo dijo Patrick Morley: “Ningún éxito laboral compensa el fracaso en el hogar”, en particular en este caso, en lo que tiene que ver con la crianza de los hijos. Ilustres y admirados personajes del Antiguo Testamento como el rey David y el profeta Samuel son recordados por las generaciones posteriores como comprometidos hombres de Dios dignos de imitar, pero el gran lunar en este cuadro fueron sus deficiencias a la hora de educar, formar y disciplinar a sus hijos que no estuvieron nunca, con honradas excepciones, al nivel del carácter personal de sus padres, ocasionándoles –por lo menos en el caso del rey David− sufrimientos y desgracias familiares que no se vieron mitigadas por su éxito como rey y gobernante. Pero es con el sacerdote Elí, cuyo mal ejemplo en este particular debieron haber considerado con mayor diligencia Samuel y David, con quien Dios se pronuncia más sentenciosamente al respecto: “Ya le dije que por la maldad de sus hijos he condenado a su familia para siempre; él sabía que estaban blasfemando contra Dios y, sin embargo, no los refrenó. Por lo tanto, hago este juramento en contra de su familia: ¡Ningún sacrificio ni ofrenda podrá expiar jamás el pecado de la familia de Elí!” (1 Samuel 3:13-14)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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