En otro segmento señalábamos cómo la ciencia, la filosofía y la teología se llevaron muy bien durante cerca de 15 siglos en un matrimonio muy bien avenido a la sombra del cristianismo, hasta que en la edad moderna el racionalismo surgido con la revolución francesa echó a perder esta buena y constructiva relación y, alegando una inexistente “incompatibilidad de caracteres”, expidió, en nombre de la ciencia, carta de divorcio contra la teología y la filosofía reclamando la independencia de la ciencia respecto de aquellas y dando lugar a tal antagonismo entre ellas que ha terminado enfrentándolas como si, en efecto, fueran incompatibles entre sí. Así, las hostilidades mutuas no se han hecho esperar y a los ataques formulados contra la religión y la teología desde las toldas científicas, han seguido respuestas igualmente virulentas por parte de aquellas que cometen el error de tratar de ridiculizar a la ciencia desde la fe, cuestionando sus logros al enfatizar los peligros y el innegable lado oscuro de los avances científicos, sin reparar en que de este modo se agudiza un enfrentamiento en principio inexistente e innecesario, además de que la religión y la fe se echan la soga al cuello al renunciar al ejercicio de la razón rectamente entendida al asociarla y dejársela servida en bandeja a la ciencia, como si sólo los científicos o los filósofos estuvieran en condiciones de razonar acertadamente, olvidando que al final, la buena ciencia también es una bendición de Dios que debemos agradecer: “Porque el Señor da la sabiduría; conocimiento y ciencia brotan de sus labios” (Proverbios 2:6)
La ciencia y la fe
13 junio, 2021
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“La ciencia puede ser hostil a la fe. Aun así no debemos intentar ridiculizarla sin riesgo de quedar más bien nosotros en ridículo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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