Una paradoja es un dicho o hecho que parece contrario a la lógica y que emplea expresiones que aparentemente envuelven contradicción. En pocas palabras, las paradojas son contradicciones aparentes, que a primera vista y de manera superficial pueden confundir y generar rechazo en el oyente por involucrar un contrasentido o una afirmación contraria a la razón o a la experiencia; pero que luego, al ser analizadas con mayor profundidad y detenimiento, desprovistos de prejuicios, muestran una lógica contundente, una gran coherencia interna y un carácter muy razonable y correspondiente con los hechos. El Señor Jesucristo seleccionó su auditorio mediante la apelación intencional a sentencias paradójicas, para sacudir a sus oyentes de las engañosas seguridades en las que se apoyaban. Pero, a quienes superaban el desconcierto de este impacto inicial sin retirarse de la conversación, Cristo les descubría poco a poco la contundente verdad que se hallaba detrás de ellas. Entre las numerosas enseñanzas paradójicas del Señor está la impartida a los fariseos de su época, con su altiva presunción de ser quienes veían las cosas con claridad, derribando su seguridad al respecto con estas incisivas palabras de denuncia: “Entonces Jesús dijo: -Yo he venido a este mundo para juzgarlo, para que los ciegos vean, y los que ven se queden ciegos. Algunos fariseos que estaban con él, al oírlo hablar así, le preguntaron: -¿Qué? ¿Acaso también nosotros somos ciegos? Jesús les contestó: -Si fueran ciegos, no serían culpables de pecado, pero como afirman que ven, su pecado permanece” (Juan 9:39-41)
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