Si bien es cierto que la práctica de entregar una esclava al esposo para que procreara con ella cuando la esposa era estéril era una costumbre legítima en la época de Abraham para garantizar descendencia, y que el hijo de la esclava podía ser adoptado por la esposa estéril, como lo atestiguan los descubrimientos arqueológicos y documentales de la antigüedad en el medio oriente; de cualquier modo la entrega a Abraham de la esclava Agar por parte de su esposa Sara fue una medida apresurada y algo desesperada que trajo amargos efectos colaterales para la familia del patriarca, como lo fueron el menosprecio de la esclava Agar hacia su ama, Sara, así como la burla de Ismael, el hijo de la esclava hacia Isaac, el hijo de Sara: “Pero Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham se burlaba de su hijo Isaac” (Génesis 21:9), y la consecuente y comprensible animosidad manifiesta de Sara hacia Agar y su hijo Ismael que la llevó a expulsarlos a ambos del seno familiar y dejarlos a su suerte, dando lugar a lo largo de la historia a una rivalidad enconada entre la descendencia de Ismael, es decir las naciones árabes, y la descendencia de Isaac, es decir la nación judía, exacerbada por el surgimiento del islam entre los árabes a través de Mahoma. Todo lo cual nos sirve de advertencia para confiar en Dios, ser pacientes llevando a cabo día a día nuestras tareas sin tratar de forzar y apresurar las cosas por medios legítimos pero inconvenientes, pues al hacerlo así y alcanzar lo deseado, es probable que tengamos que pagar costos indeseables que tendremos que a la postre lamentar
Judíos y árabes
“Pretender apurar con nuestros propios medios el logro de los propósitos de Dios ayudando a su cumplimiento trae efectos colaterales indeseables”
Deja tu comentario