José y sus hermanos

Perdonar a alguien es un asunto entre Dios y quien perdona que no involucra necesariamente a la persona perdonada, que puede no tener ni siquiera conciencia de que necesita ser perdonado o no manifiesta arrepentimiento por lo hecho. Por eso el perdón es una cosa y la reconciliación entre las partes otra. Esta última sí requiere, además de ser perdonada por la parte ofendida, confesión y arrepentimiento de la parte ofensora. Y en este propósito el ofensor debe manifestar, entonces: “frutos que demuestren arrepentimiento” (Lucas 3:8). Todo esto justifica, entonces, el proceso al que José sometió a sus hermanos antes de que lo reconocieran, pues por doloroso que pudiera ser para ellos y para el mismo José, era una forma de probar si estaban verdaderamente arrepentidos por haberlo vendido como esclavo antes de proceder con la reconciliación final: “Y con esto lo vamos a comprobar: Les juro por la vida del faraón, que de aquí no saldrán con vida a menos que traigan a su hermano menor. Manden a uno de ustedes a buscar a su hermano; los demás se quedarán en la cárcel. Así sabremos si es verdad lo que dicen. Y, si no es así, ¡por la vida del faraón, ustedes son espías! José los encerró en la cárcel durante tres días. Al tercer día les dijo: ꟷYo soy un hombre temeroso de Dios. Hagan lo siguiente y salvarán su vida. Si en verdad son honrados, quédese uno de ustedes bajo custodia, y vayan los demás y lleven alimento para calmar el hambre de sus familias. Pero tráiganme a su hermano menor y pruébenme que dicen la verdad. Así no morirán” (Génesis 42:15-20). Prueba que, felizmente, todos ellos pasaron