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Segmentos

Harás que se avergüence de su conducta

“Es preciso tratar bien y dignamente a nuestros enemigos si deseamos mantener abierta para ellos la posibilidad de arrepentirse”

La Biblia nos ordena amar a nuestros enemigos. Sin embargo, esta instrucción debe ser matizada, como lo hace Norman Geisler al aclarar: “La exhortación de amar a nuestros enemigos no excluye el uso de la fuerza para evitar que nos maten”. Ciertamente, el amor a nuestros enemigos no exige de nosotros una rendición y sumisión incondicional a ellos. No tenemos, pues, que interpretar literalmente las instrucciones dadas por el Señor Jesucristo en cuanto a ofrecerle también la otra mejilla al enemigo que nos abofetea, lastimándonos físicamente y manifestando hacia nosotros la clara intención de hacernos daño y atentar contra nuestra vida y la de los nuestros si tiene la oportunidad de hacerlo. De hecho, ni el apóstol Pablo ni el Señor Jesucristo obedecieron literalmente esta instrucción cuando se presentó la ocasión para que nos dieran el ejemplo, obrando conforme a ella. Así, la figura de la otra mejilla hace más bien referencia a la necesidad que tenemos de ceder eventualmente nuestros derechos ante nuestros rivales y contradictores, para marcar así diferencias en relación con la conducta de los no creyentes, no ejerciendo nuestro legítimo derecho a exigir de nuestro adversario estricta justicia y retribución, según lo establecía la ley del talión. Al actuar de este modo es posible que en el proceso esta actitud de amor y humanidad cristiana sin discriminación ni restricción hacia el prójimo, termine logrando más de lo que hubiéramos esperado, pues: “Antes bien, «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta.»” (Romanos 12:20)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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