Hay situaciones en que es sabio, prudente y oportuno guardar silencio, pero no siempre, pues hay también circunstancias puntuales en que es necesario hablar y el silencio es entonces un acto culpable, como en los casos en que debemos dejar constancia de nuestra postura alrededor de un asunto relevante en contravía con la posición equivocada de la mayoría, pues como dice lo dice el refrán en estas ocasiones “el que calla, otorga”. Asimismo y en relación con las buenas noticias del evangelio los creyentes debemos estar atentos a las oportunidades que Dios nos brinde para hablar y compartirlas con los demás sin dejarlas pasar de largo de forma culpable, ya sea por egoísmo, comodidad o cobardía, como estuvo a punto de sucederles a los cuatro leprosos de Samaria que, apostando el todo por el todo al salir de la ciudad al encuentro del ejército sirio enemigo dejando en sus manos su suerte, se encontraron con la grata sorpresa de que el campamento había sido abandonado de manera tan apresurada e intempestiva que dejaron tras de sí intactas todas sus riquezas y provisiones que los leprosos, agobiados por el hambre y la necesidad que padecían dentro de las murallas de la sitiada ciudad, comenzaron a disfrutar a manos llenas, momento en el cual fueron conscientes de que no podían permanecer callados sin culpa: “Entonces se dijeron unos a otros: ─Esto no está bien. Hoy es un día de buenas noticias, y no las estamos dando a conocer. Si esperamos hasta que amanezca, resultaremos culpables. Vayamos ahora mismo al palacio, y demos aviso” (2 Reyes 7:9)
Hablar cuando se debe
“Es muy diferente guardar silencio por prudencia que hacerlo por comodidad o cobardía y el cristiano debe tenerlo siempre presente”
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