En el cristianismo se considera que la teología basada en la Biblia es la disciplina metódica y sistemática facultada para hablar de Dios con propiedad y precisión. Así, pues, el estudio regular y asiduo y el conocimiento de la Biblia es fundamental para hablar de Dios correctamente. Pero dado que el conocimiento puede llegar a envanecer a quienes lo poseen, siempre es posible que los teólogos, envanecidos por su conocimiento, se coloquen por encima de la Biblia en vez de subordinarse a ella, como lamentablemente lo han hecho los teólogos liberales en los últimos dos siglos, abandonando y menospreciando la vida de la iglesia para recluirse en su torre de marfil académica y en los reconocimientos que la acompañan, y terminan así apacentándose entre especialistas y publicando tratados que sólo leen y entienden entre ellos. Con el agravante de que en este proceso dejan de lado la práctica cotidiana de la oración humilde gracias a la cual los creyentes entramos en diálogo con Dios, ejercicio también fundamental para poder hablar de Él con autoridad, al punto que sólo quien habla con Dios habitualmente mediante la oración puede después hablar de Él, o incluso en nombre de Él, con la debida autoridad mediante la teología. De lo contrario, seremos descalificados, como los falsos profetas: “El Señor me contestó: «Mentira es lo que están profetizando en mi nombre esos profetas. Yo no los he enviado, ni les he dado ninguna orden, y ni siquiera les he hablado. Lo que les están profetizando son visiones engañosas, adivinaciones vanas y delirios de su propia imaginación” (Jeremías 14:14)
Deja tu comentario