Judá y Rubén, fueron los únicos hermanos de José que tuvieron algún gesto amable hacia él ante la decisión de venderlo como esclavo a los egipcios. Ambos intercedieron por él para que no lo mataran, como era la intención inicial, sino que lo dejaran vivo y lo vendieran como esclavo y Rubén sugirió que lo echaran a la cisterna para rescatarlo posteriormente y devolverlo a su padre, algo que no logró hacer, pues fue vendido antes de que él pudiera rescatarlo. Pero fue Judá quien salió como garante ante su padre de la vida de su hijo menor, Benjamín, cuando José requirió su presencia en Egipto para poner a prueba a sus hermanos, que no lo habían reconocido aún: “Judá le dijo a su padre Israel: ꟷBajo mi responsabilidad, envía al muchacho y nos iremos ahora mismo, para que nosotros y nuestros hijos podamos seguir viviendo. Yo te respondo por su seguridad; a mí me pedirás cuentas. Si no te lo devuelvo sano y salvo, yo seré el culpable ante ti para toda la vida” (Génesis 43:8-9) y quien tomó la vocería entonces, cuando José, de manera calculada amenazó con retener como esclavo a Benjamín, para rogarle a José que lo dejará quedarse en su lugar: “»Por eso, permita usted que yo me quede como esclavo suyo en lugar de mi hermano menor y que él regrese con sus hermanos” (Génesis 44:33), tipificando en esto a Cristo, Quien nos sustituyó efectivamente al tomar nuestro lugar en la cruz del calvario, poniéndose como: “el que garantiza un pacto superior” (Hebreos 7:22) y asumiendo todo el costo y las implicaciones que esto conllevó, como debemos hacerlo entonces cuando salimos como garantes de otros
Garante y sustituto
“Asumir la responsabilidad de ser garante de otro, demanda el incluir en nuestros cálculos la disposición a sustituirlo y a hacerlo sin excusas”
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