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Estudios bíblicos

Fe victoriosa o triunfalista

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El evangelio es, sin duda alguna, un mensaje de victoria sobre los poderes del mal que han actuado en el mundo a lo largo de la historia humana, tanto externos a nosotros, como los que nos asedian desde nuestro interior. La Biblia abunda en declaraciones terminantes a este respecto, dentro de las que se destacan afirmaciones del Nuevo Testamento como las siguientes: “Sin embargo, gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento” (2 Corintios 2:14); apoyados para ello en lo hecho por Cristo a nuestro favor, descrito a su vez en estos términos: “… Sin embargo, Dios nos dio vida en unión con Cristo, al perdonarnos todos los pecados y anular la deuda que teníamos pendiente por los requisitos de la Ley. Él anuló esa deuda que nos era adversa, clavándola en la cruz. Desarmó a los poderes y a las autoridades y, por medio de Cristo, los humilló en público al exhibirlos en su desfile triunfal” (Colosenses 2:13-15). El capítulo 8 de la epístola a los Romanos también desarrolla esta idea en porciones muy conocidas como ésta: “¿Qué diremos frente a esto? Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?” (Romanos 8:31); alcanzando tal vez su clímax de esta manera: “Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8:37-39). El apóstol Juan pone el broche de oro final a estas numerosas declaraciones bíblicas y otras similares diciendo: “Ustedes, queridos hijos, son de Dios y han vencido…, porque el que está en ustedes es más poderoso que el que está en el mundo… porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Esta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe” (1 Juan 4:4; 5:4). Sin embargo, la Biblia también hace inquietantes advertencias, comenzando por la pronunciada por el Señor Jesús cuando dijo: “Yo les he dicho estas cosas para que en mí hallen paz. En este mundo afrontarán aflicciones, pero ¡anímense! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

En línea con esta advertencia encontramos también lo dicho en el salmo 34:18 en relación con los justos: “Muchas son las angustias del justo, pero el Señor lo librará de todas ellas”,palabras corroboradas además con más detalle en Juan 15:20-21: “Recuerden lo que les dije: ‘Ningún siervo es más que su amo’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán. Si han obedecido mis palabras, también obedecerán las de ustedes. Los tratarán así por causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió”. Pablo y Bernabé suenan, a su vez, concluyentes cuando dicen: “… «Es necesario pasar por muchas dificultades para entrar en el reino de Dios»…” (Hechos 15:22), confirmado luego en 2 Timoteo 3:12: “Así mismo serán perseguidos todos los que quieran llevar una vida piadosa en Cristo Jesús”. Y es un hecho que ni el rey David ni los apóstoles la vieron fácil, pues el primero de ellos vio opacados sus grandes logros y éxitos como gobernante alcanzados con  el respaldo de Dios, con sus faltas y pecados personales y el arrepentimiento alrededor de ellos que lo llevó a componer esa inspirada joya del salterio que es el salmo 51, así como su convulsionada y por momentos trágica vida familiar, sin mencionar las angustiantes hostilidades padecidas de parte de sus enemigos que quedaron plasmadas en los salmos. Y de los apóstoles, la historia dice que todos ellos, con la excepción de Juan ꟷquien sin embargo también padeció su dosis de sufrimiento y persecución con su destierro a la isla de Patmosꟷ, murieron como mártires y el registro de los sufrimientos de Pablo quedó consignado con gran detalle en 2 Corintios 11:16-33. ¿Como conciliar la visión victoriosa de la fe con este estado de cosas así descrito? Ciertamente, no de la manera simplista, ingenua, engañosa y triunfalista en que lo hace la teología de la prosperidad y el movimiento de la fe o los sermones triunfalistas y exitistas en los púlpitos de muchas iglesias y megaiglesias al vender un modelo restrictivo e idealista de vida cristiana caracterizado por el éxito de la familia de clase media, al mejor estilo del sueño americano.

Una visión de la vida cristiana en la que la salud y la prosperidad económica son las que marcan la pauta para determinar una vida vivida con apego al evangelio y todo cristiano que se encuentre por fuera de este cuadro, ya sea por circunstancias ajenas a su voluntad o incluso como resultado de sus buenas o malas decisiones en la vida, queda entonces tácita o expresamente descalificado como tal y hasta estigmatizado en muchos casos, como puede suceder con quienes optan por no conformar una familia y permanecer solteros por las razones que sean, como si la Biblia no legitimara también esta opción; o quienes padecen enfermedades crónicas que no son sanadas de manera milagrosa o, incluso, quienes tienen en su haber fracasos o frustraciones familiares como separaciones, divorcios, y nuevas nupcias o hijos que deciden no adoptar la fe sus padres, no necesariamente por una mala crianza, sino por decisión personal en ejercicio de su libertad de decisión. Si así fuera, la mitad de los héroes de la fe de Hebreos 11 quedaría descalificada, puesto que, ciertamente, algunos de ellos: “… conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos. [pero] Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados…” (Hebreos 11:32-37). Por eso, la fe triunfalista que afirma que nuestra mejor vida es ahora, en este tiempo, es contraria a los hechos y difiere de la verdadera fe victoriosa que afirma que, si no en el presente y siempre de manera muy imperfecta, al final Dios nos concederá la victoria y nos librará de todas nuestras aflicciones presentes cumpliendo en nosotros su promesa de que: “Ciertamente olvidarás tus pesares, o los recordarás como el agua que pasó” (Job 11:16).

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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