Los diezmos son un tema controversial en la Biblia por la manera en que un significativo número de iglesias abusan de él en cabeza de sus dirigentes para enriquecerse a manos llenas, sin controles de ningún tipo en lo que raya ya en la corrupción y el enriquecimiento ilícito. Sin mencionar el debate al interior de la iglesia sobre su vigencia actual, bajo el discutible argumento de que los diezmos pertenecían a la dispensación de la ley en el Antiguo Testamento y no a la de la gracia en el Nuevo, en la que quedarían presuntamente sin efecto. Pero sin perjuicio de este debate y de la crítica que estas situaciones nos merezcan y nuestra necesidad de denunciarlas y combatirlas, lo cierto es que los diezmos fueron establecidos por Dios con un propósito muy definido y sensato que no pierde vigencia: el sostenimiento de quienes se dedican de tiempo completo al ministerio pastoral y al servicio de la iglesia, y la funcionalidad de esta última, incluyendo, por supuesto, las iniciativas permanentes de apoyo a los más vulnerables y menos favorecidos. Así, los diezmos tenían como destinación el tesoro del templo y como beneficiarios principales a los levitas, las viudas, los huérfanos y los extranjeros. Sin mencionar que los sacerdotes, una clase especial de levitas, recibían además porciones de los sacrificios asignadas a ellos por la ley: “Porque de los sacrificios de comunión que ofrecen los israelitas, yo he tomado el pecho mecido y el muslo para dárselos, como contribución, al sacerdote Aarón y a sus hijos. Este será un estatuto perpetuo entre los israelitas»” (Levítico 7:34)
Éste será un estatuto perpetuo
"El cuidado de Dios por quienes se consagran a su servicio de tiempo completo está ordenado, establecido y documentado desde el Antiguo Testamento”
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