El hecho ya señalado de que ni siquiera el ateísmo logra librarse de terminar promocionando la adoración de nuevos, sofisticados y sutiles ídolos que, a semejanza del becerro de oro en el desierto, sustituyan y llenen el vacío dejado por el Dios negado por los ateos; demuestra bien que, como lo reconocía el propio pensador alemán Ludwig Feuerbach ─maestro de Marx y, como tal, precursor del ateísmo materialista moderno─, el ser humano es por naturaleza un ser religioso. Lo cual significa que, nos guste o no, adoramos a algo o a alguien, seamos o no conscientes de ello y ya sea que lo hagamos de manera formal en un templo o comunidad religiosa o incluso al margen de la religión institucional a través de alguna actividad o interés cultivados por medio de la cultura secular. Mircea Eliade, reconocido estudioso de las religiones, concluyó luego de su observación científica de la conducta humana alrededor del hecho religioso que: “El hombre profano, lo quiera o no, conserva aún huellas del comportamiento del hombre religioso… La mayoría de los hombres ‘sin-religión’ se siguen comportando religiosamente, sin saberlo”. Todo lo cual reduce una vez más nuestras opciones a dos solamente. Las mismas que el profeta Elías le señaló al pueblo de Israel en su enfrentamiento victorioso con los profetas de Baal y Aserá, ídolos paganos de los pueblos vecinos: “Elías se presentó ante el pueblo y dijo: ─¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él. El pueblo no dijo una sola palabra” (1 Reyes 18:21)
Eligiendo entre Dios y los ídolos
9 febrero, 2021
2 Lectura mínima
“La disyuntiva humana no es adorar o no hacerlo, sino a quién o qué vamos a adorar. No podemos sustraernos a este impulso vital”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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