La palabra “original” hace referencia, más que a algo único que no es copia ni imitación de otros, sino fruto de la creación espontánea y novedosa de alguien; a algo relativo al origen o relacionado con él. En este sentido, en su origen el ser humano fue creado con la capacidad de obedecer a Dios. Pero esta capacidad se perdió a partir del momento en que la especie humana, en cabeza de nuestros primeros padres Adán y Eva, desobedeció a Dios en lo que se conoce como “la caída”. Desde entonces todos los seres humanos nacemos bajo la ominosa influencia del llamado “pecado original”, que más que el primer acto de desobediencia humana y nuestra presunta culpa personal en relación con él, consiste en la inclinación natural e invariable que todos tenemos hacia la desobediencia y el pecado y la causa que explica esta inclinación universal que nos lleva, pues, a pecar más temprano que tarde de una y muchas maneras, imitando en esto a nuestros primeros padres; de dónde los pecados que cometemos hoy ya no tienen nada de original, por muy creativos e ingeniosos que pretendamos ser al incurrir en ellos, pues en último término no son más que variaciones de la misma actitud básica de desobediencia a Dios manifestada por nuestros primeros padres en la caída. Razón que explica que, al margen del conocimiento de Dios y la redención llevada a cabo por Cristo, nadie pueda realmente obedecer a Dios a cabalidad, pues: “«Mi pueblo es necio, no me conoce; son hijos insensatos que no tienen entendimiento. Son hábiles para hacer el mal; no saben hacer el bien.»” (Jeremías 4:22)
El pecado original
27 septiembre, 2021
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“Nuestra capacidad original para la obediencia se perdió por el pecado original, de ahí que nuestros pecados ya ni sean originales”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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