Los cristianos somos conscientes de que la cultura secular es problemática y amenaza en muchos casos nuestra fe y nuestro compromiso con Dios. Pero eso no significa que la cultura sea en sí misma mala y constituya la fuente de la corrupción humana. Rousseau lo creía así con su frase: “El hombre nace puro y la sociedad lo corrompe”, idea recogida hoy en el llamado “mito del buen salvaje” que plantea que las comunidades menos desarrolladas y que se encuentran, por tanto, en mayor contacto con la naturaleza virgen son de por sí más buenas que las grandes civilizaciones culturalmente desarrolladas, que por cuenta de su desarrollo cultural se volverían perversas, a diferencia de las comunidades primitivas en estrecho contacto con la naturaleza. Muchos conciben el reino de Dios en términos similares a los del Jardín del Edén, con el pueblo de Dios en contacto con la naturaleza y sin introducir desarrollos tecnológicos y culturales que echarían supuestamente a perder este cuadro idílico y paradisíaco. Pero aun antes de la caída Dios estableció que el ser humano desarrollara cultura, puesto que: “Dios el Señor tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara” (Génesis 2:15), pasaje conocido como “el mandato cultural”, pues “cultivar” es la raíz etimológica de la palabra “cultura”. La cultura no es, pues, mala ni perversa, pues no es más que obedecer lo que Dios ha determinado para el género humano. Lo que la hace buena o mala es si la desarrollamos para la gloria de Dios o para nuestra vanagloria personal, cuidándola de forma sostenible o explotándola respectivamente.
El mandato cultural
"La cultura no es más que obedecer la orden de cultivar y cuidar lo que Dios nos da y hacerlo para Su gloria y no para la nuestra”.
Este me encanta!
Gracias pastor, muy grato leerlo como siempre. Justo meditaba sobre la gracia dada al hombre de cultivar sobre lo que Dios ya había declarado como bueno. Abrazo pastor.
Te citare en mi sermon dominical. Gracias.
Gracias