Una de las afirmaciones que se suele esgrimir para señalar el carácter injusto de la existencia, es la creencia de que en este mundo los justos pagan por los pecadores. Es decir que, en el peor de los casos, los inocentes terminan siendo castigados sin merecerlo, mientras que los culpables se salen con la suya permaneciendo en la impunidad. O, en el mejor de ellos, que aunque los culpables sean finalmente castigados, los inocentes también lo son junto con ellos. Ahora bien, por supuesto que la injusticia humana puede dar lugar al primer caso, a veces de manera perversa y corruptamente intencional, o de manera no intencional, debido a la inoperancia e incapacidad de los aparatos judiciales para juzgar y establecer justicia. Y el segundo caso también puede presentarse como efecto colateral de las justas acciones punitivas dirigidas contra el culpable, que terminan afectando a los que no lo son, en virtud de su cercanía y relaciones estrechas con el primero. Pero la verdad es que en rigor no puede darse el caso de que los justos paguen por los pecadores, pues no hay nadie que sea inocente en un sentido absoluto. Lo que sí vemos en el relato de Sodoma y Gomorra, pero sobre todo en el evangelio, es que Dios está dispuesto a salvar a muchos por la justicia de unos pocos. De uno solo, para ser exactos, pues Jesucristo es el Justo por excelencia que el Padre venía buscando: “«Recorran las calles de Jerusalén, observen con cuidado, busquen por las plazas. Si encuentran una sola persona que practique la justicia y busque la verdad, yo perdonaré a esta ciudad” (Jeremías 5:1)
El justo por los pecadores
28 septiembre, 2021
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“En verdad no son los justos los que pagan por los pecadores sino los pecadores los que se salvan por la justicia de un solo justo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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