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Segmentos

El fuego no deberá apagarse nunca

"El fuego permanentemente encendido en el altar del sacrificio evoca la permanencia de la pasión de Dios por el creyente y la del creyente por Dios”

La pasión de Cristo no se limita a la Semana Mayor, como muchos suelen creerlo, puesto que la pasión de Dios por el hombre comienza en el Génesis al prometer un redentor y continúa manifestándose crecientemente a través de apasionadas declaraciones y acciones divinas a favor de su pueblo a lo largo de todo el Antiguo Testamento, hasta la venida del Señor Jesucristo, expresión suprema de esta pasión. Por eso Max Lucado sostenía que: “La creación más grande de Dios es su plan para llegar a sus hijos. El cielo y la tierra no conocen una pasión mayor”. Como tal, la pasión de Dios por el hombre es inextinguible, como un fuego que no se apaga, a semejanza del que permanecía siempre encendido sobre el altar de los sacrificios: “El fuego sobre el altar no deberá apagarse nunca; siempre deberá estar encendido” (Levítico 6:13). Y es que, como lo decía Bárbara de Angelis: “Lo que nos atrapa es la pasión”. En efecto, la conversión nos lleva a adquirir conciencia de esto y nos faculta para comprender, apreciar y agradecer la pasión de Dios por nosotros, encendiendo en nosotros una pasión correspondiente por Él que nos debería llevar a vivir nuestra fe de manera apasionada, como Dios lo amerita, sirviéndole “… con el fervor que da el Espíritu” (Romanos 12:11). Un fervor que no es pasional, pues no es una reacción explosiva, desbordada, desordenada ni caprichosa, limitada a los momentos de emoción religiosa incontrolable propios del entorno pentecostal, sino una pasión dosificada, continua y creciente de consagración, comunión y obediencia a Dios a lo largo de toda la vida

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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