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El argumento del silencio

“Aunque dé esa impresión, la verdad es que Dios ya ha hablado lo suficiente como para que creamos en Él aun cuando parezca callar”

El “argumento del silencio”, una de las falacias de la argumentación, consiste en hacer afirmaciones concluyentes en cualquier asunto apoyándose en el silencio existente sobre él. Pero el argumento del silencio no demuestra nada y todo lo que se diga a su amparo no deja de ser conjetural, como lo es la afirmación de la inexistencia de Dios sostenida por los incrédulos apoyados en el presunto silencio divino a lo largo de la historia humana, ya que aun concediendo que Dios no se haga oír como a nosotros nos gustaría que lo hiciera, esta circunstancia no puede esgrimirse razonablemente como “prueba” de su inexistencia. Porque lo cierto es que Dios ha hablado ya de tantas maneras diferentes y con tal suficiencia, que cualquier silencio de Su parte no puede ser utilizado a favor de su inexistencia, sino como señal de desaprobación extrema hacia nuestra conducta, pues, como lo dijo William Dembski: “A lo largo de toda la Escritura el silencio de Dios refleja la alienación humana de Dios. A menudo la arrogancia humana produce el silencio de Dios”. Y en este sentido: “… quién puede condenarlo si él decide guardar silencio? ¿Quién puede verlo si oculta su rostro? Él está por encima de pueblos y personas” (Job 34:29). El silencio de Dios no significa, entonces, indiferencia de Su parte, ni prueba de su inexistencia, sino a lo sumo desaprobación hacia quienes exigen de Él que no guarde silencio, pasando por alto las muchas formas en que ya ha hablado, pues Él: “… no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoles comida y alegría de corazón” (Hechos 14:17)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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