El arco iris

Christian Schwarz dijo que: “Aunque los cristianos nos hayamos dejado robar ya el arco iris, no deberíamos dejarnos robar… el sol” para exhortarnos a no desechar los aspectos de la realidad idolatrados o mal utilizados por los paganos como si por ello quedaran contaminados y vedados para siempre, sino rescatarlos para hacer buenos y honrosos usos de ellos. Pero adicionalmente y de manera más concreta, Schwartz de seguro tenía en mente cuando lo dijo el modo en que la comunidad LGBTI ha hecho del arco iris la bandera de su causa, de modo que para los cristianos las referencias favorables al arco iris parecen haber quedado marcadas por un tácito veto debido a las asociaciones contrarias al cristianismo que la sociedad hace de forma superficial cuando evoca el arco iris. Y si bien es cierto que el sol tampoco ha estado exento de estas inconvenientes asociaciones en conexión con todos los pueblos paganos que, deslumbrados literalmente por él y por todos los beneficios que obtenemos de él, han hecho de él un condenable objeto de adoración idolátrica; esas asociaciones han sido dejadas atrás por la ciencia moderna que lo ha desmitificado. Tal vez sea conveniente también dejar atrás los simbolismos actuales impuestos al arco iris en nombre de una inclusión a toda costa, para recordar que éste es, antes que nada, la señal de un pacto establecido por Dios con la humanidad, de modo que: “Cada vez que aparezca el arco iris entre las nubes, yo lo veré y me acordaré del pacto que establecí para siempre con todos los seres vivientes que hay sobre la tierra»” (Génesis 9:16)