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El absurdo de la vida

“La única forma de superar el absurdo y la vanidad de la existencia humana vista de forma aislada es incluir a Dios en la escena”

El existencialismo es la filosofía de nuestra época que destacó el carácter problemático y doloroso de la existencia humana, al margen incluso de los sufrimientos y aflicciones particulares que la vida pueda depararnos. Es decir que aún en el caso de que la vida nos sonría de manera tal que nuestras necesidades materiales estén satisfechas con solvencia y disfrutemos del éxito, de la salud y de buenas relaciones con los demás, lo que el existencialismo llamó la “congoja humana” o la “angustia existencial” está siempre a la orden del día para los espíritus sensibles y reflexivos, no obstante el hecho de que se esté disfrutando de todo lo anterior. Pero el existencialismo no es un descubrimiento de Martin Heidegger y Jean Paul Sartre en el siglo XX, ateos que desarrollaron la versión más sombría, desesperanzada e inútilmente heroica de esta filosofía que es la que domina aún el panorama de muchos, sino que antes de ellos, en el siglo XIX, el filósofo luterano danés Sören Kierkegaard es considerado el precursor de esta filosofía en su versión cristiana original, una versión que el científico, filósofo y apologista cristiano francés Blas Pascal ya venía sugiriendo desde el siglo XVII en sus escritos. Pero mucho antes que todos ellos el sabio rey Salomón se dio a la tarea de examinar desde su privilegiada condición todo lo que se hace “bajo el sol” o “en esta vida”, dejando de manera intencional y consciente a Dios por fuera del cuadro, para concluir mucho antes que el existencialismo moderno que, sin Dios de por medio: “Lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo! -ha dicho el Maestro” (Eclesiastés 12:8)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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