Decía Martín Lutero que“Dios no hará milagro alguno, mientras el asunto pueda resolverse mediante otros bienes otorgados por él”, pues, si bien el elemento sobrenatural debe estar presente en el cristianismo, no puede estarlo en ruptura y oposición al natural, sino en línea de continuidad con éste. El milagro no es, pues, el recurso fácil para eludir las soluciones naturales que Dios también ha implementado en la iglesia y en el mundo para resolver los problemas humanos, sino el recurso extremo por el cual lo sobrenatural perdura aun cuando lo natural se agote, siempre subordinado a la voluntad y soberanía divinas, como lo ilustra la oración de Eliezer, el siervo de Abraham, cuando fue comisionado a hallar una esposa para Isaac: “Entonces comenzó a orar: «Señor, Dios de mi amo Abraham, te ruego que hoy me vaya bien, y que demuestres el amor que le tienes a mi amo. Aquí me tienes, a la espera junto a la fuente, mientras las jóvenes de esta ciudad vienen a sacar agua. Permite que la joven a quien le diga: ‘Por favor, baje usted su cántaro para que tome yo un poco de agua’, y que me conteste: ‘Tome usted, y además les daré agua a sus camellos’, sea la que tú has elegido para tu siervo Isaac. Así estaré seguro de que tú has demostrado el amor que le tienes a mi amo»” (Génesis 24:12-14). De este modo, Eliezer no pidió a Dios que supliera su esfuerzo de manera sobrenatural, sino que lo guiara y confirmara mediante una señal que éste esfuerzo no había sido en vano y que, en efecto, había sido sensible a la dirección de Dios para hallar lo que buscaba en el sitio en que se encontraba
Dirección y provisión
“Las oraciones de petición, más que pedir provisión sobrenatural, deben ser peticiones por dirección y guía para saber dónde se halla la provisión”
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