Dentro de las cualidades o rasgos favorables de carácter a los que la fe da o debe dar lugar en el creyente se encuentra la devoción a Dios ꟷy no una devoción fanática a nuestra religiónꟷ, según nos lo informa el apóstol al continuar relacionando aquello que debemos esforzarnos por añadir a la fe: “al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Pedro 1:6-7). Por eso debemos tener en cuenta aquí de nuevo que esta cualidad no debe darse de manera aislada, sino que se presume que se encuentra presente entre esta secuencia creciente de cualidades introducidas por la fe y coronadas con el amor. Cualquiera de estas ocho cualidades cultivada o adquirida de forma aislada no deja de ser disfuncional en el evangelio y en el carácter que Dios quiere moldear en nosotros y no logra, por tanto, mucho por sí sola. Este pasaje debe verse, entonces, como un hilo en el que vamos añadiendo e insertando una después de otra nuevas cuentas o piezas decorativas hasta lograr lucir y tener el collar completo debidamente terminado. Aunque el orden en la secuencia no sea algo rígido ꟷcomo no lo son tampoco las nueve cualidades que conforman el fruto del Espíritu Santo con las que éstas se superponen en algunos casosꟷ, de cualquier modo la fe y el amor enmarcan esta secuencia, y es el conjunto de ellas las que, alimentadas y creciendo continuamente, nos permitirán conocer mejor a Dios cada día y nos impedirán vivir vidas inútiles e improductivas ni pasar sin pena ni gloria por este mundo
Devoción a Dios
“Una de las características del fanático es que lo único que muestra es mucha devoción a su religión, pero no propiamente a Dios”
Deja tu comentario