La desobediencia civil es un concepto al que el cristianismo ha dado su más concreta forma. Desde las parteras hebreas, de quienes se dice: “Había dos parteras de las hebreas, llamadas Sifrá y Fuvá, a las que el rey de Egipto ordenó: ꟷCuando ayuden a las hebreas en sus partos, fíjense en el sexo: si es niño, mátenlo; pero, si es niña, déjenla con vida. Sin embargo, las parteras temían a Dios, así que no siguieron las órdenes del rey de Egipto, sino que dejaron con vida a los varones” (Éxodo 1:15-17); hasta los amigos de Daniel negándose a postrarse ante la estatua de Nabucodonosor, siendo arrojados por esta causa al horno de fuego, y el propio Daniel al desobedecer la orden de no orar a Dios como era su costumbre, arrojado por ello al foso de los leones, hasta terminar con los apóstoles predicando a Cristo a pesar de que se les había ordenado que no lo hicieran, recibiendo con gozo los azotes con los que fueron castigados por su desobediencia. Y es que la Biblia, a la par que nos exhorta de muchas maneras a respetar y someternos en conciencia a las autoridades establecidas y a orar por ellas en la convicción de que no hay autoridad sino de parte de Dios, también establece las excepciones en que debemos desobedecerlas, cuando nos ordenan hacer algo que está en contra de lo ordenado por Dios en Su Palabra, la Biblia, en la que los apóstoles plantean a sus autoridades la pregunta retórica: “… ꟷ¿Es justo delante de Dios obedecerlos a ustedes en vez de obedecerlo a él? ¡Júzguenlo ustedes mismos! (Hechos 4:19), pues en el evangelio la sujeción a las autoridades es absoluta, pero la obediencia es relativa
Desobediencia civil
“Las parteras hebreas en Egipto dieron inicio a la desobediencia civil que asume el riesgo del castigo para seguir los dictados de la conciencia”
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