Habiendo establecido previamente que la perfección absoluta siempre será una meta esquiva y a distancia, aun para los mejores y más destacados creyentes como él en esta vida; Pablo, sin embargo, nos anima a no desmayar por esta causa en nuestro empeño de esforzarnos cada día por seguir avanzando hacia la meta, pues el mero hecho de reconocer y confesar todo lo que nos queda todavía por recorrer y admitir con honestidad nuestras inevitables imperfecciones, pero sin resignarnos a ellas, sino trabajando continuamente para corregirlas, es la señal de que sí hemos alcanzado una fe madura y digna, por lo mismo, de elogio. En este orden de ideas, se nos exhorta, entonces a que: “En todo caso, vivamos de acuerdo con lo que ya hemos alcanzado” (Filipenses 3:16). Es decir que, a pesar de que no logremos avanzar siempre todo lo que quisiéramos, con la rapidez o la consistencia deseada, nos mantengamos en movimiento, marchando de la misma manera y en la misma dirección que ya traemos, conservando y atesorando lo que ya hemos logrado, sin desviarnos, retrasarnos ni retroceder en ningún sentido, ni dar por sentados los avances ya alcanzados y lo ya aprendido al punto de terminar descuidándolo o desechándolo inadvertidamente por no seguirle prestando la atención debida, con actitudes de peligrosa suficiencia al respecto, pues, como lo dijo el Señor: “ꟷLos maestros de la ley que se han convertido en mis discípulos tienen a su alcance un tesoro doble: las antiguas verdades de las Escrituras y las verdades nuevas que mis enseñanzas revelan” (Mateo 13:52 NBV).
Cosas nuevas y cosas viejas
“Tal vez estemos aún lejos de ser lo que llegaremos a ser, pero ya comenzamos a serlo y debemos mantenernos avanzando al respecto”
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