Partiendo del hecho de que nuestra condición humana nos impone limitaciones y fronteras que no podemos traspasar, eso no significa que los seres humanos no podamos ensanchar de forma significativa nuestras posibilidades de la mano de Dios en el ejercicio de la fe y la confianza que colocamos en Él. En este orden de ideas y como ya lo decíamos en el anterior segmento en cuanto a que la fe verdadera no sólo cree, sino que también crea; Humberto Casanova Roberts afirma que “Dios pronuncia la bendición y esa palabra crea lo que pronuncia… Esto implica que los imperativos… son capaces de crear lo que piden”. Es decir que en el mismo acto por el cual Dios nos manda o impone un deber también nos da la habilidad para cumplirlo. Dios no es un tirano que pide de sus hijos cosas que no estamos en condiciones de hacer y para las cuales nos encontramos materialmente inhabilitados o impedidos. El tirano es el pecado que atrofia e inutiliza las facultades que Dios nos había otorgado inicialmente para el cumplimiento de sus mandamientos, cosechando todas las bendiciones asociadas a ello. Pero Cristo, al morir en la cruz, derrota al pecado de manera definitiva y restaura en nosotros las facultades perdidas, de manera que puede dirigirse a cada uno de los suyos animándonos con estas palabras: “Ensancha el espacio de tu carpa, y despliega las cortinas de tu morada. ¡No te limites! Alarga tus cuerdas y refuerza tus estacas. Porque a derecha y a izquierda te extenderás; tu descendencia desalojará naciones, y poblará ciudades desoladas” (Isaías 54:2-3)
Alargando las cuerdas, reforzando las estacas
“Sin Dios nuestras perspectivas serán siempre limitadas, pero con Él nuestro horizonte vital se ensancha de manera sorprendente”
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