A raíz de la caída y a partir de entonces, el mundo siempre se encuentra a las puertas de una inminente crisis. Por eso, sin hacerles el juego a los profetas del desastre ni ser, por tanto, alarmistas o aves de mal agüero dejando de agradecer, disfrutar, apreciar, valorar, exaltar y promover las buenas cosas que la vida nos ofrece; los cristianos nunca debemos llegar a pensar que las cosas están bien, pues hasta que Cristo regrese nunca estarán bien. Aquí si debemos darle la razón a Voltaire cuando dijo: “Un día todo estará bien, esa es nuestra esperanza, todo está bien hoy, esa es nuestra ilusión…”. Los cristianos tenemos, pues, la firme esperanza de que un día, cuando Cristo regrese, todo estará bien. Pero esta convicción no nos lleva a presumir de manera ingenua que la mera conversión a Cristo conduce automáticamente a que todo esté bien hoy. Por eso, si ni siquiera en la iglesia, el conjunto de los ya efectivamente redimidos por Cristo, las cosas están bien todavía, mucho menos debemos pensar que lo estén en el mundo, a pesar de que haya culturas, países o sociedades del mundo occidental que, precisamente, bajo la buena influencia del evangelio y de sus estándares morales, han alcanzado, comparativamente hablando, elevadas cotas de justicia, prosperidad material, comodidad y bienestar para sus miembros. Mantiene, entonces, su vigencia la exhortación paulina: “Pienso que, a causa de la crisis actual, es bueno que cada persona se quede como está… Lo que quiero decir, hermanos, es que nos queda poco tiempo. De aquí en adelante los que tienen esposa deben vivir como si no la tuvieran” (1 Corintios 7:26, 29)
A causa de la crisis actual
“El cristiano debe vivir siempre de cara a un mundo en continua crisis en el que queda poco tiempo para actuar como se debe”
Deja tu comentario